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Viernes 29 de Marzo 2024

Timón sin rumbo

 

COLUMNA/ LA COYUNTURA/ Vladimir Galeana Sin lugar a dudas, Enrique Ochoa es todo un personaje. Claro está que con ello no pretendo señalar que el hombre que llegó a la dirigencia nacional tricolor tiene los tamaños suficientes como para sacarlos de la crisis de credibilidad en que están metidos, a causa de los impunes casos […]


COLUMNA/ LA COYUNTURA/ Vladimir Galeana

Sin lugar a dudas, Enrique Ochoa es todo un personaje. Claro está que con ello no pretendo señalar que el hombre que llegó a la dirigencia nacional tricolor tiene los tamaños suficientes como para sacarlos de la crisis de credibilidad en que están metidos, a causa de los impunes casos de corrupción de los principales funcionarios públicos de todas las latitudes del país. Por el contrario, muchos se preguntan dónde quedaron los hombres que se formaron en la escuela de Jesús Reyes Heroles, Enrique Olivares Santana o Enrique Ramírez y Ramírez.

 

No sé si al actual régimen se le hayan extraviado los pensadores, los ideólogos, o al menos aquellos que tenían idea de lo que se necesitaba y requería para mantener la presencia y la decencia entre los hombres y mujeres al servicio del sistema. A pesar de carecer de carisma, de trayectoria, de sensibilidad, de conocimientos, y sobre todo de trayectoria político-partidista, Enrique Ochoa fue enviado a lidiar con las justas tricolores ávidas de resurgir del descrédito en que las metieron los malos funcionarios.

 

Escuchar al señor Ochoa haciendo un llamado a la nación a unirse contra la corrupción y a crear instituciones públicas fuertes desde sus cimientos, necesarias para garantizar la transparencia y la rendición de cuentas, me parece un despropósito o una brutal carencia de sensibilidad para entender que si de algo se pueden jactar los miembros de la encumbrada clase tricolor, es del oscurantismo con el que se han conducido desde que recuperaron el poder después dos sexenios panistas.

 

Claro está que el señor Ochoa no tiene la culpa de la permisibilidad que se otorgó a Roberto Borge Angulo, a César Duarte, a Humberto Moreira, a Javier Duarte de Ochoa y a muchos otros más para que saquearan las arcas públicas durante sus encargos. Y no es que no se hayan dado cuenta, porque el auditor Superior de la Federación, Juan Manuel Portal, fue bastante enfático en llamar la atención del Gobierno Federal sin recibir un ápice de atención y mucho menos de apoyo para sancionarlos.

 

A Enrique Ochoa Reza le ha tocado “bailar con la más fea”, a pesar de tener un Presidente de la República surgido de las filas tricolores. Y no es que carezca del talento o de la inteligencia que se requieren para encabezar una lucha política, simplemente es que para ejercer un liderazgo se debe contar con atributos que él no tiene. En los momentos que vivimos la credibilidad es primordial para que la gente manifieste confianza en sus dirigentes políticos y él no la tiene.

 

Pero también hay que decir que la falta de rumbo del Gobierno Federal se refleja en el partido en el poder. Me parece que por mucho que “algunos” alaben el talento y la experiencia de hombres como Emilio Gamboa o Manlio Fabio Beltrones, por desgracia son pocos los jóvenes que pudieran parecerse a ellos. El PRI puede tener timón, pero le falta rumbo y dirección.

 

¿Qué tipo de país ofrece construir? ¿Qué proyecto tiene para generar riqueza y acabar con la pobreza? Podríamos comenzar con estas dos interrogantes para conocer si en verdad tiene rumbo. Al tiempo.

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BPG