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Jueves 25 de Abril 2024

Comunidad Alcanfor, la ilegalidad heredada

 

Manuel Álvarez fundó este lugar, de más de 250 habitantes, hace 20 años


Carecen de servicios básicos y la construcción de sus casas pende de una barranca.

A pesar de vivir al borde del precipicio desde hace 20 años, el señor Genaro Tapia se siente orgulloso de la casa de dos niveles con amplios cuartos que construyó gracias a sus básicos conocimientos de albañilería y que, asegura, es el único patrimonio que tiene para heredarlo a sus dos hijos y, hasta ahora, tres nietos que apenas alcanzan los 10 años de edad.

En la década de los 90, motivado por compañeros del trabajo en la misma situación de pobreza y empleo informal, decidió establecerse en una inestable reserva ecológica localizada en la comunidad Alcanfor, en los límites de la delegación Xochimilco, donde fincó ladrillo a ladrillo la tan anhelada vivienda que necesitaba su familia, aunque esto implicara convivir con el constante peligro y condenar a sus futuros descendientes al riesgo de un posible derrumbe o deslave.

“Por lo mismo no me animaba mucho a venir a vivir aquí, pero desde que compré he colaborado con la comunidad para protegernos con bardas que contengan las piedras, porque sabemos que estamos en zona ecológica y de alto riesgo”, señaló Genaro Tapia de 59 años.

Después de dos décadas, la localidad se llenó de precarias viviendas, muros escalonados de piedra e improvisadas calles pavimentadas que se encuentran cuarteadas por las raíces de los árboles que reclaman su espacio.

Manuel Álvarez, uno de los fundadores de la comunidad Alcanfor, asegura que más allá de sentir temor, su pequeña comunidad de al menos 50 viviendas y 250 habitantes, se acostumbró al peligro de vivir en las desequilibradas faldas del cerro, porque se dicen unidos y preparados para afrontar algún inesperado desastre natural, ante la plena confianza de identificar los diferentes niveles de riesgo para poder evacuar a tiempo.

Lejos del desgajamiento de tierra y piedras que podrían sepultar sus frágiles viviendas, el principal temor es verse obligados a abandonar sus tierras ante las amenazantes reubicaciones que han planteado las diferentes administraciones delegacionales, como hace cinco años, que les ofrecieron terrenos planos de 60 metros cuadrados sin servicios ni materiales de construcción, a cambio del desalojo voluntario de sus propiedades de casi 500 metros cuadrados.

Una propuesta injusta y denigrante, que implicaría volver a empezar y dejar desprotegidos a sus descendientes.

Situación que no están dispuestos a negociar y muchos menos a permitir, aseguran.

“Para nada, yo no veo la posibilidad de una reubicación. A los riesgos ya nos acostumbramos, ya no sentimos nada, al principio sí teníamos miedo porque las piedras son grandes”, comentó.