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Jueves 28 de Marzo 2024

Christchurch, bastión blanco con algunos supremacistas

 

CHRISTCHURCH, Nueva Zelanda (AP) — La ciudad de calles arboladas donde un individuo que se define él mismo como racista mató a tiros a 50 personas el viernes pasado es conocida por su pintoresco río serpenteante y su herencia inglesa. Por décadas, Christchurch ha sido también la morada de un pequeño grupo de supremacistas blancos. […]


CHRISTCHURCH, Nueva Zelanda (AP) — La ciudad de calles arboladas donde un individuo que se define él mismo como racista mató a tiros a 50 personas el viernes pasado es conocida por su pintoresco río serpenteante y su herencia inglesa. Por décadas, Christchurch ha sido también la morada de un pequeño grupo de supremacistas blancos.

Un experto en estos grupos dice que probablemente no sea casualidad el que el presunto autor de la matanza, el australiano Brenton Tarrant, de 28 años, se haya radicado en la región, donde la concentración de blancos es más alta que en el norte del país, tras hacer frecuentes viajes al exterior entre el 2016 y el 2018 en lo que parece haber sido un peregrinaje por sitios de extrema derecha.

En Europa visitó zonas con una vieja tradición de disputas sectoriales, incluidos conflictos entre la Europa renacentista y el Imperio Otomano y la ruptura de Yugoslavia en el marco de disputas étnicas y religiosas.

El ataque acabó con la imagen de Nueva Zelanda como uno de los países más seguros y tolerantes del mundo. También sacó a la luz aparentes falencias de los servicios de seguridad, que no consideraron a los supremacistas blancos como una amenaza real ni tomaron muy en serio las denuncias de grupos de musulmanes sobre un aumento en incidentes xenofóbicos e islamofóbicos en los últimos años.

Tarrant decidió hace dos años matar musulmanes y planificó meticulosamente durante los últimos tres meses sus ataques a dos mezquitas de Christchurch, según un manifiesto que publicó online y envió a la oficina de la primera ministra neozelandesa Jacinda Ardern poco antes de la matanza.

La policía cree que Tarrant puede haber tenido apoyo. Llevaba consigo cinco armas, incluidas dos que habían sido modificadas para que funcionasen como semiautomáticas. Es posible que al menos algunas hayan sido compradas legalmente por la internet en un negocio de venta de armas de Christchurch.

Un guía de excursiones de caza y aficionado a las armas, Pete Breidahl, asegura que Tarrant tenía contactos con supremacistas blancos del sur de Nueva Zelanda.

En un video que publicó el sábado en Facebook, Breidahl dijo que a fines del 2017 se quejó ante la oficina que regula las licencias para el uso de armas del comportamiento inquietante de los miembros de un club del rifle en la ciudad sureña de Dunedin del que se hizo socio Tarrant.

Señaló que los socios del club tenían banderas de la Confederación, lucían ropas de camuflaje con insignias de rangos, hablaban mal de los musulmanes y tenían fantasías homicidas. Sostuvo haber conocido a Tarrant y dijo que era un individuo “con algún problema”. La policía dice no tener registros de esa queja, pero sigue investigando el tema.

El académico Paul Spoonley, quien ha estudiado a fondo a los grupos de supremacistas blancos de Nueva Zelanda, expresó que no han hecho olas en Christchurch desde un terremoto del 2011 que obligó a abandonar barrios enteros y alteró la conformación demográfica de la ciudad con la llegada de trabajadores migrantes para que ayudasen en la reconstrucción.

“Han estado más sosegados, pero no han desaparecido. Siguen aquí”, manifestó. Relató que en el 2016 hubo un incidente en el que dejaron cabezas de cerdo frente a la mezquita Al Noor, donde 42 personas fallecieron en la matanza del viernes.

Según Spoonley, el nivel de delitos motivados por racismo en Nueva Zelanda es bajo comparado con otros países, lo mismo que la cantidad de supremacistas blancos, pero que “a la gente le cuesta aceptar que existen”.

“Hay reticencia a ver una equivalencia entre los riesgos que representan los grupos extremistas de derecha y los grupos radicales de izquierda e islámicos”, de acuerdo con el académico.

En la vecina Australia el movimiento de supremacistas blancos es más virulento, producto en parte de viejas políticas que alentaban la inmigración blanca. La creciente popularidad de políticos de derecha en los últimos tiempos ha legitimado en cierta medida esos puntos de vista.

Spoonley calcula que hay entre 200 y 250 supremacistas blancos totalmente comprometidos con esa causa y unos 300 a 400 que apoyan desde la periferia.

“Me sorprendería mucho que Tarrant no haya hecho algún tipo de contacto” con esta gente, señaló.

Los grupos que asomaron a fines de la década de 1960 han ido evolucionando. Durante mucho tiempo se enfocaron en el temor de que Nueva Zelanda se estuviese alejando demasiado de sus raíces británicas, el antisemitismo y la oposición a la soberanía de los maorí y a los inmigrantes asiáticos, para luego tomar la bandera de la islamofobia tras los ataques del 11 de septiembre del 2001 en Estados Unidos.

Spoonley dice que, tras vivir una temporada en Gran Bretaña en los años 70, regresó a Nueva Zelanda en los 80 y encontró más de 70 agrupaciones de extrema derecha, muchas de ellas en Christchurch. Atribuye tres asesinatos a supremacistas blancos, incluidos el de un turista sudcoreano en el 2003 y el de un indigente gay en 1999.

Las autoridades no tienen estadísticas de delitos causados por el racismo.

Paul Buchanan, ex consultor de los servicios de seguridad de Estados Unidos, cree que Tarrant puede haber sido parte de una pequeña célula.

“Puede haber tenido ayuda”, manifestó. “Planificó esto durante dos años. El posible que alguien haya sospechado al menos que este tipo tramaba algo y no dijo nada”.