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Viernes 29 de Marzo 2024

Fuente de luz y Estrella del mar

Fuente de luz y Estrella del mar
 

Otra característica de este icono mariano es que lleva escrito en latín el título de su devoción Fons Lucis Stela Maris, cosa que no ocurre con cualquier otro icono mariano, así como la firma de su autor, que salió a la luz durante su más reciente restauración del siglo XX, un cierto Petrus, de quien no se tiene alguna otra referencia, por lo que es imposible identificar.


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Por: Roberto O’Farrill Corona

En la Basílica de Santa María in Via Lata, emplazada en la bulliciosa Vía del Corso de la ciudad de Roma, se conserva el veneradísimo icono de la Virgen María, de estilo bizantino aunque escrito en el siglo XII, inspirado en el icono del siglo V que se conserva en el convento de monjas Dominicas, en el Monte Mario, de la Ciudad Eterna.

Así como la estrella polar orienta el rumbo de los viajeros, así también este icono de la Virgen Madre de Dios, en el que se le invoca como Fons lucis o Fuente de Luz y como Stela maris o Estrella del Mar, guía los pasos de quienes ya están en el camino de la verdad siguiendo a Cristo y tratando de vivir su doctrina en las virtudes del Evangelio.

Entronizado en el centro del altar mayor, proyectado y elaborado en 1636 por Gianlorenzo Bernini en un exquisito estilo barroco, el sagrado icono, escrito sobre un tablón de madera, presenta a la Virgen María sin el Niño Jesús, como Aghiosoritissa y también como Abogada con la mano izquierda a la altura del pecho y la mano derecha alzada hacia el espectador, expresando de esta manera su papel de intercesora por la comunidad de los fieles creyentes.

A diferencia de los dos iconos de este modelo que le preceden, el de Santa María en la Via Lata se muestra muy decorado con filetata dorada en el omophorion que la cubre y en las mangas de su túnica, ambos de color negro y detallados con estrellas, con un medallón dorado y con tres cruces, dos cercanas a sus hombros a la altura del pecho y una más en la frente en alusión a su Virginidad perpetua, todos en hoja de oro al igual que la diadema que cubre su frente decorada al pincel con piedras preciosas. No sólo la ropa es más rica en detalles, sino que ella misma aparece con algunas joyas, pues lleva aretes y un anillo en el dedo anular de su mano izquierda. Su hermoso rostro, animado y casi sonriente, que dirige su mirada hacia el cielo en acción intercesora, lo destaca el gran nimbo de oro que lo circunda. A la altura de sus hombros y fuera del nimbo, dos flores doradas de ocho pétalos cada una nos recuerdan que su Hijo es de naturaleza divina y que de ella tomó su naturaleza humana.

Otra característica de este icono mariano es que lleva escrito en latín el título de su devoción Fons Lucis Stela Maris, cosa que no ocurre con cualquier otro icono mariano, así como la firma de su autor, que salió a la luz durante su más reciente restauración del siglo XX, un cierto Petrus, de quien no se tiene alguna otra referencia, por lo que es imposible identificar.

Con respecto a la basílica que alberga este sagrado icono, encuentra sus orígenes en una primigenia capilla sobre la que el papa Sergio I hizo construir una iglesia alrededor del año 700, destinada a la asistencia espiritual, que 300 años después fue reemplazada por la iglesia medieval que posteriormente se remodeló, bajo el pontificado de Alejandro VII, en el esplendoroso estilo barroco que actualmente luce. Los trabajos de esta remodelación incluyeron las excavaciones que abrieron camino hacia el subsuelo con el objeto de exhibir los vestigios de la antigua morada de los apóstoles Pedro, Lucas y Pablo en este mismo sitio.

En efecto, la basílica de Santa María in Via Lata es un lugar muy privilegiado de la Urbe en el que se conserva la memoria de estos tres apóstoles, pues una antiquísima tradición refiere que ellos se alojaron aquí en diversas ocasiones, en la casa de San Marziale, el mártir que murió decapitado bajo la persecución del emperador Marco Aurelio; sitio en el que residió San Pedro durante la fundación de la Iglesia en Roma; donde San Lucas escribió parte del libro de los Hechos de los Apóstoles y pinceló una de las tres pinturas de la Virgen María que se le atribuyen; y donde San Pablo estuvo bajo arresto domiciliario durante dos años mientras se desarrollaba su juicio ante el imperio y desde donde él continuaba evangelizando y escribiendo algunas de sus elocuentes Cartas.

Durante los primeros doce siglos del cristianismo, este edificio de Roma ha sido destino de peregrinos que desean venerar a estos tres santos apóstoles, y que desde hace 800 años acuden también para obtener la intercesión de la Virgen Madre de Dios ante su divino Hijo, en este sagrada imagen que aquí siempre espera y socorre a quien con amor la procura.